El
concepto tiempo era lineal, lo mismo que la luz. Hasta que un pequeño
hombre que al que habían desahuciado en su jornada educativa predijo
que lo que hoy es parte de nuestras vidas, todo es relativo. Incluso
es relativo pensar que los deadwalkers urbanos de pantallas
multitouch, no creen en nada.
Einstein inteligencia. |
Y
para las nuevas generaciones, millenialls, Z, centenialls, las que
nos pagarán la jubilación o la denominación que prefieran, incluso
el conocimiento es relativo Su mundo es liquido, atento al desafío
del momento. Su inmediatez es nieta de la posmodernidad industrial e
hija del punk más radical. No hay pasado, no hay futuro, solo un
ahora continuo que encarnaba Johnny Rotten al gritar “¡No
future!”, en los locales del Londres de los 70.
Las
historias escuálidas, sin carne pero con significado relativo, quizá
no sean parte esencial de este relato. Pero lo conforman. La redes
sociales se llenan de perritos, gatitos, focas bebé con gripe aviar
y hombres que las salvan o son salvados. El reloj de la poblaciónmundial sigue corriendo y estos chicos no lo vieron. Uruguay tampoco.
Hasta el tiempo es relativo |
En 1951 se presentaba al público la novela Foundation de Isaac Asimov. En uno de sus cinco relatos, se describe como la Fundación, entidad que ostenta el poder detrás del poder en el universo imaginario de esta producción gráfica, crea una nueva religión en la que los aparatos tecnológicos forman parte de los rituales religiosos.
Mamá Skynet no quiere a Isaac Asimov |
Se
menciona una inteligencia diferente, de índole colectivo. El
conocimiento a disposición de todos en un mundo multiscreen y Jesús es Steve Jobs. Pero
como la escasez es mala, el exceso de variedad es peor, nos ahoga en
dudas sobre que es mejor, o peor. Y ante el exceso, la respuesta
natural es tener la protección del armadillo, generar una armadura
algorítmica brindada por nuestros padres
binarios.
Los preconceptos nos sueltan. La inteligencia de la colmena choca con
el espiritu de la personalización excesiva y genera híbridos en el
que todos creemos ser importantes. Aquí, hasta los memes,
hijos non nominatus de la biología, son una muestra con valor mínimo
de cultura relativa.
La ciudad consagrada a San Felipe y Santiago, sigue ahí, estoica
ante los avatares del mundo que se viene. Negamos y renegamos, pero
la realidad virtual (el oxímoron más grande), el análisis de big
data (sistemas estadísticos con esteroides) y el resto de las
tendencias tecnológicas que nos acosan a través de la fibra óptica,
no parecen tener efecto en la realidad. Solo que los deadwalkers no
lo saben.
no seas un deadwalker |